
Dicha agenda global ha servido para marcar el rumbo desde el 2015 tanto a gobiernos, como a empresas y a organizaciones de la sociedad civil para comprometerse con el Desarrollo Sostenible y avanzar de manera colectiva durante quince años en torno a 17 ODS que abarcan desde la reducción de la pobreza y el hambre, hasta la construcción de una cultura de paz y la generación de alianzas en pro de este desarrollo, pasando por temas como la educación de calidad, la equidad de género, el crecimiento económico, la construcción de comunidades sustentables, la producción y el consumo responsable, la transición energética, la conservación de ecosistemas, entre otros.
A pesar de que a nivel mundial se tienen avances importantes en algunas metas, como por ejemplo la reducción en la tasa de mortalidad de niños menores de 1 año, la incidencia de las infecciones por VIH y el costo de las remesas, o el aumento en el acceso al agua y el saneamiento, a la energía limpia y a la banda ancha móvil, resulta que, a la fecha, del total de metas establecidas, sólo alrededor del 17% van por buen camino para cumplirse, cerca de la mitad de éstas presentan avances mínimos o moderados, y en más de una tercera parte el progreso se ha estancado o incluso presenta un retroceso.
Y aunque hay diversos factores que han influido negativamente en estos resultados, lo que más los ha afectado ha sido la combinación de la pandemia de Covid-19 y sus secuelas, con el creciente número de conflictos armados alrededor del mundo, las tensiones geopolíticas y comerciales que se han detonado entre países y regiones, y los efectos cada vez peores del cambio climático.
Ante este escenario, hoy más que nunca resulta indispensable hacer un nuevo llamado a todos los sectores (público, privado y social) para honrar sus compromisos, redoblar esfuerzos en torno a los 17 ODS, tratar de avanzar lo más que se pueda de aquí al 2030 y replantear lo que sea necesario para continuar con este proceso más allá de esta fecha límite; y de esta manera buscar estar más cerca del tan anhelado desarrollo sostenible.
Esto sin duda no es tarea sencilla, y requiere un trabajo coordinado y a gran escala a favor del bien común en donde prevalezca la paz y la seguridad por encima de los conflicto y la violencia; en donde el financiamiento para el desarrollo sostenible se vuelva una prioridad y se destinen mayores recursos para la cooperación internacional, en particular para el apoyo a los países menos desarrollados; y en donde el foco se ponga en aquellas acciones transversales y transformadoras que impacten positivamente a varios de los problemas sociales, ambientales y económicos al mismo tiempo, enfocándose en la alimentación la energía, la protección social, la crisis ambiental y la conectividad digital, como sugiere el mencionado informe 2024 de la ONU.
Si bien hoy nos encontramos ante este reto mayúsculo, no debemos desanimarnos y tirar la toalla, sino motivarnos a hacer una aportación desde los individual, cambiando hábitos por aquellos más sustentables, exigiendo a las empresas una mayor responsabilidad social y a los gobiernos mejores políticas públicas en la materia, tratando de influir positivamente en nuestras familias, amigos, vecinos y conocidos, o simplemente informándonos y educándonos sobre el desarrollo sostenible. Cada una de estas pequeñas acciones puede tener un potencial enorme si se juntan con las de las demás personas, pero requieren de compromiso real y trabajo continuo.